20 y 21 de julio 2022
Dice la leyenda que a esta espesura boscosa de abetos altos y densidad elevada le pusieron nombre los romanos. Nosotros la intentaremos explorar a nuestra manera combinando alguna parada de montaña con la visita a pueblecitos de cuento de los que la zona está llena.
De resaca calurosa por el día de ayer, nuestra cabeza sólo piensa en rumbo norte, temperaturas bajas y ponerte una rebequita. Pero ya llegará. De momento despertarse temprano e ir a la panadería del pueblo a comprar desayuno y dar un paseo por las calles casi en solitario.
Y otra vez en ruta, que Alemania nos espera. Unos pocos kilómetros y estamos cruzando la frontera y es que Alsacia está solo a un tiro de piedra del país de los teutones. Buscamos adentrarnos en la Selva Negra por el lago Titisee, de origen glaciar y rodeado de montañas, pero lo encontramos lleno de gente y mucho complejo turístico. Decidimos seguir adelante con una lluvia incipiente que comienza a acompañarnos y encontramos un área no muy lejos en el pueblecito de Menzenschwand que nos enamora desde el primer momento.
Haremos noche por aquí, aunque el pueblo como tal no tenga mucho encanto. Algún paseo para estirar las piernas, y volver corriendo a buen resguardo cuando la lluvia aprieta. Aprovechamos para trabajar un poco, y descansar que también se agradece.
A la mañana siguiente nos ponemos pronto en marcha, deshacemos carretera y paramos para abastecernos en un Lidl. Precios de gasolina y alimentos nos sorprenden, y sin hacer una comparativa exhaustiva, nos parece que en casa la mayoría de las cosas están más caras, o a un nivel de precios parecido. Hay alguna cosa que no está bien cuando el salario medio de este país dobla el nuestro.
Siguiente destino Friburgo. Una de las ciudades más concienciadas a nivel medioambiental que para entrar con vehículo demandan un distintivo de color verde que puedes conseguir, si tu vehículo cumple los requisitos, desde casa se puede tramitar y te lo envian, o en cualquier estación de servicio TÜV (ITV). Nosotros no lo pedimos, así que de momento optamos por aparcar la autocaravana a las afueras y movernos en tranvía.
Ciudad asolada por las bombas de la segunda guerra mundial se reconstruyó respetando su fisionomía medieval y llenando las calles de espacio para peatones y vehículos sin motor. Ciudad universitaria, se respira ambiente juvenil y nos gusta desde el primer momento. Paseando nos dejamos perder por sus calles y encontrar en sus plazas. La catedral gótica es impresionante y junto a ella un mercado de productos frescos a los que acometemos sin dilación.
Volvemos en tranvía hacia donde tenemos estacionada nuestra autocaravana, y nos encaminamos a Triberg. Un pueblecito que destaca por sus cascadas y los relojes de cuco. La llegada la percibimos caótica por el gentío. No hay sitio en los diferentes estacionamientos, y el área no la acabamos de encontrar. Indicaciones confusas entre calles estrechas no nos acaban de convencer, así que decidimos ir hacia el parquin superior de las cascadas. Allí realizamos una parte del recorrido determinado fotografiando el que dicen es el salto de agua mas grande de Alemania, aunque no está del todo claro.
Sin ganas de muchedumbre nos dirigimos a Gengenbach un pequeño pueblecito donde intentaremos hacer noche. Cigüeñas en el camino y Googlemaps nos guía hacia el área de autocaravanas que se encuentra a diez minutos andando del pequeño pueblo.
Preciosa la arquitectura típica de la zona, y recorremos en poco tiempo todas sus calles. Buscando sombra que nos cobije, nos resguardamos tras un par de cervezas bien fresquitas y una deliciosa Flamkuschen en el Gasthaus Zum Turm.
Un bicho no identificado me ha picado/mordido y me ha puesto el brazo como un tomate, así que decidimos pagar la cuenta, en efectivo como en casi todas partes de este país, y volver a nuestros aposentos a ver cómo se encara la noche. Mañana os contamos más 😉