28 de julio 2022
Se agradece dormir bien tapados, y con aquel fresquito mañanero que te invita a volver a la cama cuando por equivocación te levantas para activarte. Hoy el día va de cuento, y es que visitaremos la ciudad donde nació Hans Christian Andersen, quizás el más prolífico escritor de cuentos para niños del cual seguro alguno habrás leído.

Horario de verano de estas tierras, el sol se pone a les 21:30 y sale a las 5 de la mañana. Esperamos un rato a que se desperece antes de ponernos en marcha. Carretera adelante cruzamos un primer puente y llegamos a la Isla de Fionia, destino Odense, y allí encontramos un aparcamiento de tierra lo suficientemente grande en un bonito barrio entre canales. Buenas vibraciones en la llegada a la ciudad.
Se acerca el mediodía y hemos localizado un lugar para comer. Una especie de food-court dónde encontrar diferentes tipos de comida en un único espacio, y a buen precio para el estándar danés. Ambiente callejero y muy informal, paseamos hasta decidir lo que comeremos. Sitio muy recomendable si te acercas a la ciudad.
El centro de la ciudad tiene encanto. Calles apenas sin vehículos, y en la zona dónde nació H.C Andersen, casitas bajas de colores diversos. Estatuas aquí y allá que hacen referencia al escritor y a sus cuentos. Pasear por las calles y dejarse perder es lo que nos gusta, así que nos ponemos manos a la obra deambulando hasta dar con una tienda de lanas autóctonas que Eva no puede dejar pasar la oportunidad de comprar.
La iglesia de San Canuto, rey de Dinamarca, al que mataron mientras rezaba es la puerta de entrada a un bonito parque donde entre niños jugando puedes encontrar más estatuas y un pequeño teatro donde un grupo de actores están descansando después de su actuación.
Resiguiendo calles, llegamos de vuelta a casa. Buscaremos sitio junto al mar, así que seguimos con la ruta. Después de un par de intentos que no fructifican porque no quedan espacios libres en las áreas seleccionadas, la verdad es que hay mucha más gente de la que pensábamos, decidimos cruzar el puente que salva el estrecho del Gran Belt y nos lleva hasta la isla de Selandia donde se halla la ciudad de Copenhague. Unos 14 kilómetros de puente circulando sobre el mar y unos 85 € más pobres buscamos sitio en un pequeño pueblo donde haremos noche.
Un área junto a una pequeña playa donde algunos lugareños se dan un baño rápido en las frías aguas, un restaurante con buena pinta, y un puerto con embarcadero, al final del cual puedes encontrar dos bancos con vistas al enorme puente. Buscamos el oeste imaginario y el sol creemos que caerá sobre el lugar indicado.
Paseamos por el pueblo, y como nuestros vecinos ponemos las sillas al sol para empaparnos de vitamina D, leyendo, tejiendo y cenando para hacer tiempo hasta la hora mágica.
Un poco antes de las nueve recorremos el embarcadero para coger sitio en uno de los bancos. Allí un par de cisnes nadan tranquilamente ajenos a nosotros. Al fondo el sol comienza a acelerar su caída buscando el puente. Poco a poco, llega más gente que ocupa piedras y banco. Todos en silencio maravillados por la imagen que se empieza a construir.
El sol finalmente toca el puente, desciende lentamente entre la construcción y el mar, y finalmente queda engullido por el agua. Hemos visto muchas puestas de sol, pero está seguramente será una de las más espectaculares que recordaremos. Poca cosa más que contar, simplemente momentos especiales que configuran y refuerzan nuestro imaginario viajero y que contribuyen a asentar esa idea de lo bonito que es viajar sin prisa y disfrutando de las cosas que se te ofrecen cada día sin buscarlas.

Ruta
238 km: Aarøsund – Odense – Korsør